viernes, 6 de noviembre de 2009
La vida en el conventillo
Mi marido, y mis tres hijos. Vivíamos en un conventillo con otras tres familias: carolina y Gabriel, con sus cuatro hijas, y Jorge y Mónica, con sus cuatro hijos. Era difícil vivir todos amontonados, comer todos juntos, y saber que cuando llegara la noche, íbamos a estar en plena oscuridad; Porque no teníamos luz, la única que había era el sol, pero de día. Teníamos una vida muy complicada. Mónica era costurera, y Carolina y yo éramos planchadoras. Todo esto era para poder sobrevivir, para nuestros hijos. Estos trabajos eran como un sistema domiciliario. Vivir en ese conventillo tan precario con tanta gente adentro era casi imposible, pero era la única forma de poder subsistir ante la vida, aunque también era difícil por las enfermedades infectocontagiosas, consecuencia de la inexistencia de un buen servicio sanitario. Algunos conventillos tenían sus baños, cocinas… pero el nuestro no tenia nada.
Uno de mis hijos sufría de asma, y nunca pude curarlo ni tratarlo por la falta de recursos que teníamos… Pero esta era la pura realidad, y no había manera de cambiarlo.
Todos teníamos que compartir todo, hasta para lavar la poca ropa que teníamos. Lo lindo de esto, era que a pesar de que nos prohibían hacer bailes los domingos por la tarde, nosotros lo hacíamos igual en el patio del conventillo.
El casero era el que se encargaba todas las mañanas de limpiar el patio, y si algo se rompía, el se encargaba de arreglarlo.
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